Arte en todas partes. Arte, cultura por donde se mire. Verla, respirarla, generarla, asistirla. Asistir al arte, ayudarlo. Asistir a espectáculos artísticos. Hay para todos los gustos. El arte en sus variadísimas manifestaciones, sí, pero cuánto más si es arte de calidad.
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Nos pese poco o mucho, Mar del Plata es una ciudad de doce meses para los que vivimos en ella; una perla deslucida que se dedica a renacer de sus cenizas durante cada escueta temporada de verano. En esas semanas se multiplican los ojos que nos escudriñan con ganas cuando durante gélidos meses nos dieron vuelta la cara a nosotros, que la vivimos, la sufrimos y la admiramos; que la bancamos todo el año. Aclaro: no está en discusión su belleza natural, en la que todos seguramente coincidamos, sino su funcionamiento dispar como «ciudad turística de todo el año».
15 de diciembre a 15 de marzo: eso es lo que aproximadamente dura nuestro esplendor. Voy a lo mío: las propuestas artísticas/ teatrales del verano en la city. Durante estos meses se da una convivencia heterogénea: están las compañías y obras locales que trabajan a pulmón, que suelen tener sencillas pero interesantes apuestas y sueñan con ganar espectadores en los meses de verano; también están las grandes producciones que vienen de Capital, con precios exorbitantes, artistas de renombre y performances que algunas veces gustan pero que otras nos dejan con sabor a poco. Y está el famoso teatro de revistas: mucha vedetonga y capocómico pasado y presente, humor mayormente chabacano, guión cero, actuaciones logradas menos que menos, y entradas suntuosas para el pobre espectáculo que saben ser. Así y todo subsisten y son un modelo de negocio repetido año a año; son elegidas tanto por turistas como por residentes, son premiadas con las estrellas de ocasión y después del 15 de marzo, si te he visto no me acuerdo. Baja el telón, cierran muchos teatros (hecho lamentable si los hay) y formalmente HABEMUS TEMPORADA BAJA EN MODO ON.
Pero el arte salva vidas. Arte salvavidas, o al menos eso creo yo. Y algunos artistas buenos nos tiran un flota flota, se auto-salvan y sobrepasan algunos límites aparentes para salir a hacer lo que les gusta. «Giras federales», les llaman. Entradas accesibles, precios populares que permiten colmar las salas y el hambre de buen teatro. Actores grandes de verdad, compañías de profesionalidad probada, guiones testeados por mil y un aplausos y ovaciones que seguramente arrancaron en la Capital, pero que quieren replicarse en toda la Argentina.
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Este último fin de semana el Teatro Auditorium de Mar del Plata acogió al Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires y su obra «Así es la vida». Escrita en 1934, fue abanderada una vez más de los valores de tres y cuatro generaciones anteriores que ojalá, como la obra, no pasen de moda. La casa como espacio físico (las famosas «cuatro paredes») y el hogar como contención afectiva y mental; la familia, el honor y los chanchullos de la política de todas las épocas que quieren mancillarla; la emigración y el retorno, los ideales y los sueños; un padre recto que siempre cede fácil por amor a los hijos… La obra fue corta; no llegó a la hora y media pero fue pura conmoción. Eximias actuaciones que se mezclaron con dulces melodías y escenografías cuidadas que me hacían pensar «guau, todo esto es para mí?!». La yapa: tres intervalos entre cada acto, con fotografías y publicidades de un siglo XX que comenzaba a desperezarse sobre nuestra ciudad capital, Buenos Aires.
Disfruté mucho la obra, entre otras cosas, porque me hizo sentir que no estamos tan solos durante el año. Que se repita la presentación y la sensación, que no se corte. Que el arte mute, viaje, vuele, recorra territorios inhóspitos o perdidos, que se vuelva patrimonio de todos. Con sus claros y sus oscuros, así es la vida!